Real Madrid y Atlético caen en Liga de Campeones

Redacción deportes (EFE).- El Real Madrid cayó derrotado contra el Lille (0-1) tras un gol de penalti en el minuto 48+ de Jonathan David, señalado por una mano dentro del área de Eduardo Camavinga, en la segunda jornada de la Liga de Campeones.

Los goles de Kerem Arturkoglu, en el minuto 12; Ángel Di María, de penalti en el 52; Bah, de cabeza en el 75, y Kokcu, con otra pena máxima en el 83, doblegaron al Atlético de Madrid, víctima contra el Benfica, que lo superó de principio a fin, sin apenas una sola ocasión visitante en el duelo.

El Lille fulmina el récord de Ancelotti

El Lille bajó a la tierra al Real Madrid, fulminó el mejor registro sin perder de la carrera de Carlo Ancelotti, 36 partidos consecutivos, y castigó el mal partido de un equipo que tiene un problema lejos del Santiago Bernabéu y que sólo mereció el empate en los últimos minutos cuando se topó con Chevalier.

El Real Madrid no logra alejarse de la irregularidad. Lo que asomaba como mala tendencia de inicio de visitante, ya es un serio problema. Un solo triunfo en cinco salidas. Tres empates y una derrota que hace tiempo no sufría. Al mal sabor de boca de un derbi que dejó marchar en el último suspiro cuando se sentía vencedor, se le sumó la imagen de Lille. Una primera mitad sin ritmo en su juego, endeble en el balón largo tras poblar su centro del campo Carlo Ancelotti por la ausencia de inicio de Mbappé, y con una reacción tardía con más orgullo que fútbol.

Decidió ‘Carletto’ no forzar el regreso de Mbappé en el once, su referente y, a su vez, el jugador que ‘condiciona’ el sistema. El regreso al 4-4-2 ha dejado lagunas ofensivas. Un Real Madrid que pisa menos área rival y chuta menos. Ya ocurrió en el Metropolitano y se confirmó en gran parte del duelo en el Pierre Mauroy. En todo salvo un arreón final de ese orgullo tan característico.

Bouaddi asumió el reto de dirigir el juego del Lille

Ante un rival con un niño al mando. Bouaddi, el día que cumplía 17 años, asumió el reto de dirigir el juego del Lille ante el campeón de Europa. No se amilanó con balón y peleó todo sin él. Enfrente tenía gigantes. Un Real Madrid que exhibió fortaleza física al juntar por primer día a Tchouaméni y Fede Valverde con Camavinga.

En su primer partido marcado por un accidente tras aparecer con eficiencia en labores de contención, al cortar el disparo de una falta con la mano despegada del cuerpo dentro de su área que cambió el rumbo del duelo en el tiempo añadido. Hasta ese momento la igualdad y la ausencia de un equipo dominante marcó el partido.

Vinícius había probado la seguridad de Chevalier con un disparo desde la frontal tras un robo de Bellingham que tuvo la segunda y la mandó a la grada. El Lille encontraba un filón en la banda de Mendy al que castigó con subidas de Tiago Santos. Con líneas muy juntas, fue un bloque firme que apenas dejó espacios. Encontró uno Endrick en una transición veloz, cuando ‘Vini’ dividió y dejó a su compatriota la oportunidad de jugársela. Definió mal, centrado, al cuerpo del portero.

Era el primer día de Lunin por lesión de Courtois y fue como si el tiempo no hubiese pasado para el portero ucraniano. Como si jugase cada semana y no hubiese sido relegado al puesto de segundo. Con una doble parada brillante evitó el gol de Jonathan David a bocajarro. A espaldas de Carvajal, con otro centro desde la zona de Mendy. Rápido de reflejos salvó la primera abajo y reaccionó a la segunda.

La mano de Camavinga

Ya nada pudo hacer en el lanzamiento de penalti cuando moría la primera parte. La mano de Camavinga, vista desde el VAR, permitió al Lille encontrar el premio deseado. David no perdonaba y obligaba al Real Madrid a mejorar en el segundo acto. Para ello y tras un aviso de zurda de Zhegrova cerca del poste, Ancelotti recurrió a Modric y a Mbappé. Tan solo ocho días después de sufrir una dolencia muscular.

Tiago Santos (i) del Lille en acción contra Kylian Mbappe (d) del Real Madrid durante el partido de Liga de Campeones
Tiago Santos (i) del Lille en acción contra Kylian Mbappe (d) del Real Madrid durante el partido de Liga de Campeones. EFE/EPA/Mohammed Badra

Tardó en llegar a portería rival 87 minutos. Vinícius cruzó en exceso la primera que inventó Modric y Carvajal no encontró puerta de cabeza. Tomando riesgos, expuesto a las transiciones del Lille, con Tchouaméni de central, sólo en el último aliento mereció esquivar la derrota.

Disparó en los últimos compases más a puerta que en todo el partido. Pese a que Mbappé jugó con el freno de mano echado, con temor a romperse. La entrada de Güler aumentó la mordiente arriba pero no era el día. Faltó puntería y la figura de Chevalier fue decisiva. Ayudado por su defensa primero, para sacar bajo palos un testarazo de Rüdiger, al que hizo una gran parada cuando apareció en el segundo palo y abajo al cabezazo de Güler en carrera al pase medido de Modric.

El partido se marchaba entre intentos a la desesperada y una peinada de Vinícius a mano del portero. Lille era una fiesta. El campeón hincaba la rodilla para meter picante a una ‘Champions’ que estrena formato y en la que debe esquivar los dos partidos extra si no queda entre los ocho primeros. Un récord fue fulminado en un equipo que no perdía desde el 18 de enero. Le queda su racha en LaLiga tras un aviso que debe tener presente.

Desastre del Atlético en Lisboa

No hay ninguna excusa para el Atlético de Madrid, que cada vez que sale fuera de casa en la Liga de Campeones, salvo contadas excepciones, es un equipo menor, vulnerable, sobrepasado y acomplejado, como también lo fue este miércoles en su visita al Benfica, que lo zarandeó y devoró con el simple hecho de aprovechar los errores contrarios y contra el que ni siquiera exigió una parada de Trubin (4-0).

Ni su inversión millonaria ni el impulso de su convincente triunfo de la primera jornada contra el Leipzig en el estadio Cívitas Metropolitano ni las lecciones que debería haber aprendido ya desde hace tiempo como visitante en la máxima competición europea despertaron la reacción de un equipo cuya supervivencia en este torneo depende de forma indudable de su rendimiento a domicilio. Si no mejora, la clasificación es una quimera.

Miércoles desastroso

Sus visitas en la Liga de Campeones son una secuencia de decepciones. Este miércoles fue un desastre. Un despropósito impensable. No es casual que tan solo haya ganado uno de sus últimos 10 desplazamientos. Es una marca expresiva, a la que le sobran tantas explicaciones como defectos, que describe el momento del Atlético en una competición que está fuera de su control, sobre todo cuando se va fuera del Metropolitano. Al descanso, ya con 1-0 en contra, Simeone cambió a Koke, Griezmann y De Paul.

Su reencuentro con el estadio de La Luz, el escenario de aquella cruel final que perdió en la prórroga contra el Real Madrid cuando se sentía campeón en 2014, incidió en ello; en la falta de intensidad en las disputas, en su repliegue, en sus miedos en un torneo que lo ansía tanto como lo desvela y acompleja, como temeroso siempre al daño. A la caída.

Tenía buena pinta el once, en esa búsqueda de las sociedades ofensivas que proclama de forma insistente Diego Simeone casi en cada comparecencia, consciente de que su ataque aún no funciona como quiere, por más que se haya reforzado ahí con Julián Alvarez (titular combinado con Griezmann y Correa en Lisboa en un 5-2-3 que luego fue un 5-4-1, en cuanto encajó el primer tanto cumplidos los 12 minutos), o Alex Sorloth, relegado al banquillo.

El portero Anatoliy Trubin (i) del Benfica en acción contra Ángel Correa del Atlético de Madrid
El portero Anatoliy Trubin (i) del Benfica en acción contra Ángel Correa del Atlético de Madrid. EFE/EPA/Rodrigo Antunes

Jan Oblak, con una prodigiosa mano izquierda con la que se sacudió el cabezazo franco, al borde del área pequeña y potente de Pavlidis, ya impidió el 1-0 en el minuto 7, inevitable después, por la cadena de despropósitos con la que el Atlético regaló una ocasión (y un gol) impropio de su nivel, falto de tensión, excedido de confianza y desajustado completamente. La baja de Robin Le Normand, en ese sentido, es más que notable. Daña su fortaleza.

No lanzó (o despejó) Reinildo con la potencia que debería. Fue interceptado. No peleó con la agresividad que debía Lino, que quedó en evidencia en la disputa. El rechace fue un balón que botó y ni controló ni rechazó lejos del área Koke. Y la pelota quedó en las botas de Aursnes, pero, sobre todo, para el desmarque solo de Arturkoglu, entre Witsel y Llorente, que no cerró. El internacional turco recibió el pase e hizo el resto. El gol del 1-0.

Avisado estaba el Atlético con el delantero, tres goles y dos asistencias en sus cuatro duelos que ha jugado con el conjunto luso desde su fichaje procedente del Galatasaray.

Lamento desesperado de Simeone en el banquillo

El lamento desesperado de Simeone en el banquillo, con un gesto entre la incredulidad y la incomprensión, reflejó el impacto de una jugada que retrató el partido defensivo del Atlético, inferior también en el medio campo, superado tácticamente, en el primer esquema 5-2-3 y después en el segundo, el 5-4-1, con el que reajustó el técnico al cuarto de hora. Por más movimientos, por más sustituciones, no hubo manera. El Atlético fue un fantasma.

En defensa y en ataque. El único remate de todo el partido ni siquiera fue eso. Un centro de Lino que rebotó en el larguero. No había más intención que poner el balón en el área. Y gracias, porque la última acción antes del descanso puso al Atlético aún más contra las cuerdas, en otro error tremendo atrás, que Pavlidis desaprovechó por milímetros, entre el terror y el alivio en las caras de los visitantes, a los que se le vino encima aún más tormenta.

Desde el 0-0 con el Espanyol, en la tercera jornada de LaLiga, Simeone no había intervenido con tanta contundencia en el descanso como hizo también en Lisboa. Entonces prescindió de jugadores secundarios. Hoy lo hizo de futbolistas con una jerarquía y una trascendencia indiscutible en este equipo. Fuera Koke, De Paul y Griezmann. Adentro, Gallagher, Javi Serrano y Sortloth. Una decisión triple. Una revolución. Un gol de diferencia. Ninguna solución.

Calendario de la primera fase de la Liga de Campeones 2024-2025

El penalti que terminó ya definitivamente con el Atlético

Quizá cambió por una cuestión de intensidad, que se vino abajo con el penalti que terminó ya definitivamente con el Atlético. Un pisotón de Gallagher, una revisión del VAR y una pena máxima que ya fue demasiado para el conjunto rojiblanco, devorado por sus propios errores. El lanzamiento de Di María fue inalcanzable para Oblak, tirado hacia el otro lado. De no ser por el portero, instantes después habría marcado el tercero. Se lo negó Oblak.

El siguiente cambio fue la sustitución de Julián Alvarez, tan gris como todos sus compañeros, aún lejos de la versión que se espera del atacante argentino, pero también del Atlético, que agrandó la herida con el 3-0 de Bah (ya en el minuto 75, remató solo un saque de esquina, al que no atendió Gallagher en la marca).

Y todavía más con el 4-0 de Kokcu, que transformó un penalti de Reinildo contra un equipo derrotado, como tantas y tantas veces en los últimos tiempos como visitante en la Liga de Campeones. Ya ha fallado una vez. No queda margen para más. Y restan tres desplazamientos. A París, a Praga y a Salzburgo. La Champions exige mucho más. Y Oblak evitó el quinto en los instantes finales.