Antonio Broto |
Ginebra, (EFE).- Veinte años después del terremoto y tsunami que causó más de 228.000 muertos y afectó a 14 países, el Océano Índico y el resto del mundo están mejor preparados para este tipo de catástrofes, pero siempre habrá margen para la mejora y nunca se puede dar por terminada la labor, alerta el jefe de la ONU para la prevención de desastres.
«En 18 meses la totalidad del Índico quedó cubierta por sistemas de alerta temprana para tsunamis», recordó en una entrevista con EFE al cumplirse el vigésimo aniversario el representante especial de las Naciones Unidas para la Reducción de Desastres, Kamal Kishore.
La concienciación sobre el peligro de los tsunamis es mayor que nunca, y los sistemas de alerta son mucho mejores que antes, pero son «algo que debe nutrirse y actualizarse constantemente», explicó.
«Tras el tsunami, muchas de las sirenas de alarma que se colocaron en países como Tailandia, India o Sri Lanka están hoy oxidadas y necesitan cambiarse. Al mismo tiempo, hay nuevos avances tecnológicos que aprovechar, como las alertas a móviles, aparatos hoy mucho más comunes que hace 20 años», ejemplificó.
Frente a otros grandes desastres naturales más frecuentes, como los tifones y huracanes, ante los tsunamis «la gente se olvida, por lo que es importante practicar con frecuencia los simulacros de evacuación», o recordar la práctica de ir a lugares de mayor altitud en caso de peligro, subrayó.
El peor tsunami conocido en los últimos dos siglos
Kishore recordó que el tsunami que devastó primero Indonesia y después otras partes del Índico, incluso territorios al otro lado de ese océano en África, fue el de mayor magnitud registrado en 200 años de mediciones.
«Eventos así, que ocurren una vez cada cien, cada quinientos años, son olvidados, pero cuando ocurren nuevamente su impacto es realmente devastador, por lo que el desafío de verdad es el de mantener alta la concienciación», explicó.
Según el también jefe de la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción de Desastres (UNDRR por sus siglas en inglés), el tsunami de 2004 «fue una clara muestra de cómo en un siglo XXI tan interconectado el impacto de las catástrofes puede afectar múltiples lugares».
Aunque también fue interconectada la respuesta, recordó Kishore, quien señaló que «el mundo se unió y mostró una solidaridad y un espíritu de cooperación excepcionales».
Aquel desastre, en su modo de ver, dio otra importante lección, la de que tras la destrucción no basta reconstruir sino «construir mejor», con una preparación más óptima de cara a futuras catástrofes.
Bajo ese espíritu, y tras otro famoso tsunami, el que sacudió a Japón siete años después, nacieron iniciativas como el marco de Sendai para la reducción del riesgo de desastres (2015-2030), recordó Kishore.
Hoy día, expuso, las posibilidades de fallecer a causa de desastres como los ciclones son tres veces menores que hace 15 años, y «más gente que nunca tiene acceso a información puntual y confiable» de cara a prevenir estos eventos catastróficos.
El nuevo foco, los desastres climáticos
Dos décadas después, el foco está ahora colocado menos en los terremotos y tsunamis que en los desastres meteorológicos, admitió, aunque advirtió que «eso no significa que el riesgo de seísmos haya bajado, como vimos hace menos dos años en Turquía y Siria, donde en cuestión de minutos se perdieron 50.000 vidas».
«No debemos olvidar el peligro de los terremotos, viviendo en un mundo que desde 2008 tiene más personas residiendo en ciudades que en el medio rural, y donde hay grandes concentraciones de población viviendo en zonas de alto riesgo sísmico», destacó.
Sobre los desastres asociados al cambio climático, que este año han sacudido también a países europeos como España, Kishore insistió en que han mostrado también que hay que poner al día constantemente los sistemas de alerta y prevención.
«Una evaluación de riesgo hecha hace 20 años quizá no vale para la actualidad, porque el riesgo y la exposición pueden haber cambiado, tal vez haya más población viviendo en determinada área de peligro», aseguró.
Las inundaciones recientemente ocurridas en la provincia española de Valencia, afirmó, «son un claro ejemplo de que el pasado ya no es una buena guía para el futuro, pues veremos desastres climáticos que no hemos conocido en nuestra vida, o incluso que nuestros abuelos no conocieron, con cada vez mayor frecuencia e intensidad».
«Dejando aparte la pandemia, el tsunami de 2004 fue uno de los peores desastres de las últimas décadas», resumió Kishore, quien también señaló que aquel cataclismo «enseñó al mundo que, si trabajamos juntos con el foco en problemas comunes, podemos encontrar las mejores soluciones».