Las diferencias entre el hambre emocional y el real. Cuál es la clave para evitar impulsos repentinos y comer algo que puede caer mal.
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Comer suele brindar mucha satisfacción. Sea dulce o salado, un desayuno, un almuerzo o un postre, hay un gran placer que se genera únicamente pasa por el paladar. Sin embargo, son muchos que, quizá una hora o minutos después de comer, siguen sintiendo hambre. ¿Cuál es la opinión de los expertos sobre esta sensación?
Marta Alonso, dietista-nutricionista por la Universidad Autónoma de Madrid, aseguró al diario El Mundo de España que estos episodios se deben a «diferentes desequilibrios» que están relacionados con los nutrientes que tiene el cuerpo, la sed y algunos consumos que desajustan los mecanismos de recompensa del cerebro y que brindan saciedad.
«Evitar consumir suficientes fibras y proteínas, que nos ayudan a sentirnos llenos. También desajustes hormonales, que afectan a las señales de saciedad, y que pueden venir derivados de una mala higiene del sueño, una composición corporal alterada o un problema que nos está afectando emocionalmente, generando rumiación y estrés», explicó.
Cómo diferenciar el hambre real del hambre emocional
Es una realidad que existe el hambre real, que se manifiesta cuando el estómago hace ruidos, y el emocional, relacionado más a un impulso repentino de consumir determinado alimento, golosina o bebida.
«Nos pide alimentos ricos en grasa y azúcar, que proporcionan una gratificación instantánea pero breve. Es la llamada dopamina de los ultraprocesados. Ese bienestar es pasajero, lo que puede llevar a un ciclo de comer recurrente para recuperar esa sensación», señaló la experta.
Sin embargo, Alonso también llamó a «identificar y comprender las emociones o circunstancias» que provocan el hambre emocional, aclara la nutricionista, trasladándose a un terreno psicológico.
La mañana, la clave para la saciedad
Son muchos los especialistas que sugieren que el desayuno es la comida más importante de la jornada. Esto se debe a que una buena comida nutritiva al comenzar el día evita las ideas y venidas de la glucosa en el cuerpo.
Al respecto, la doctora Alonso remarcó: «La comida más problemática suele ser el desayuno, ya que por costumbre solemos hacer desayunos dulces ricos en azúcar. Estos altos niveles de azúcar en sangre, sobre todo por la mañana, pueden interferir con nuestras señales de saciedad y recompensa, haciendo que nos sintamos más hambrientos e irascibles el resto del día».
«Incluir proteínas en el desayuno es una buena estrategia que ayuda a mantener el apetito a raya durante el día. También es crucial comer despacio, ya que esto permite que el cuerpo procese más eficientemente las señales de saciedad», cerró.
Fuente: Portafolio
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