Blaise Dariustone |
Yamena (EFE).- La lluvia ha destruido la casa de Louise en Yamena, la capital de Chad. Ella es una de las más de 340.000 personas afectadas desde principios de agosto por las inundaciones sin precedentes en el país del centro de África, que se han cobrado ya la vida de más de noventa personas.
“Hace cinco días que vine con mi hija de dos años a refugiarme en esta escuela. Dejé todas mis pertenencias bajo los escombros de nuestra casa derrumbada. No sé qué hacer”, relata a EFE Louise Yanyame, que ha visto cómo su hogar en el distrito número 9 de Yamena se ha reducido a cascotes.
Colegios convertidos en refugios
Los colegios se han convertido en refugio de quienes han tenido que abandonar sus casas a medida que crecían las aguas.
La catástrofe afecta a todo Chad y también a otros países de la región, como Sudán o Níger, y agudiza la fragilidad de una población ya de por sí vulnerable: muchos pozos de agua están contaminados, las reservas de alimentos se han visto afectadas y algunos servicios sociales básicos directamente han dejado de funcionar.
El Gobierno chadiano no puede hacer frente a la situación solo y pide apoyo fuera de sus fronteras.
“La situación es muy mala. De momento, intentamos ayudar a las familias con comida y ropa de cama, pero no tenemos recursos suficientes. Hacemos un llamamiento a nuestros socios para que acudan en ayuda de Chad. El Gobierno chadiano no puede hacer frente por sí solo a esta situación inesperada. El contexto es muy difícil”, reconoce en conversación con EFE la ministra de Acción Social y Solidaridad Nacional, Fatimé Boukar Kossei.
El norte, la zona más afectada
Aunque son una decena las provincias chadianas que siguen experimentando lluvias torrenciales con graves consecuencias, Tibesti, en el extremo norte de Chad, es la que, hasta ahora, se ha llevado la peor parte.
Al menos sesenta personas han muerto solo en la última semana y ha habido grandes daños materiales.
“Las consecuencias de estas lluvias son muy graves en Tibesti. Hemos perdido más de 800 tiendas destruidas por el agua, 17 vehículos arrastrados y 87 personas han muerto”, cuenta a EFE el médico local Nour Moctar.
La “devastada” ciudad de Koukou, en la provincia de Sila, en el sureste del país, es otra de las grandes golpeadas por las “peores inundaciones que se recuerdan en el este de Chad”, según la organización Médicos Sin Fronteras (MSF), que presta ayuda sobre el terreno.
“Miles de personas han huido de las aguas, han buscado refugio en una colina y se enfrentan a una desesperada escasez de alimentos, cobijo, agua potable y atención sanitaria”, lamentó MSF en un comunicado difundido el martes.
La capital, Yamena, tampoco se ha librado de la tragedia, y se han registrado ya seis muertes por derrumbamiento de casas y ahogamientos, detalla a EFE Mahamat Atteib, alcalde del distrito número 7, uno de los más afectados.
Necesidad urgente de ayuda humanitaria
Para hacer frente a la situación, el Gobierno chadiano ha creado un comité encargado de la prevención y la gestión de las inundaciones.
“No tenemos que esperar a que haya una catástrofe o una inundación para actuar. Hoy puede haber miles de desplazados. Por eso hacemos un llamamiento a nuestros socios para que nos ayuden a hacer frente a todo esto”, expresa a EFE el ministro de Ordenación del Territorio, Vivienda y Desarrollo Urbano, Mahamat Assileck, también vicepresidente segundo del comité.
Las inundaciones, que en muchos casos afectan a las mismas comunidades año tras año, también han perjudicado gravemente a los medios de subsistencia y a los servicios sociales básicos, lo que ha minado la capacidad de las personas para autoabastecerse y las obliga a depender de la ayuda humanitaria, según la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA).
Una población ya vulnerable
De acuerdo con un reciente informe de la OCHA, más de 340.000 personas de más de 55.000 familias se han visto afectadas por las inundaciones en Chad.
Aunque el país ha sufrido graves crecidas de aguas en los últimos años que han obligado a decenas de miles de personas a abandonar sus hogares, la previsión para la temporada de lluvias de 2024 pronosticaba precipitaciones acumuladas superiores a la media entre junio y septiembre en zonas del Sahel y del oeste de África.
La situación agrava las circunstancias de una población ya vulnerable por la pobreza crónica, el subdesarrollo, los conflictos y la inestabilidad política.