Los damnificados de Rafael en Cuba, más de dos semanas después: “Nos sentimos olvidados”

Por Juan Carlos Espinosa |

Playa Guanímar (Cuba) (EFE).— Cuando Orlando Moreno, cubano de 75 años, volvió al pueblo y vio que el huracán Rafael solo dejó los cimientos de su hogar, tuvo que ser llevado de urgencia al hospital. Su presión arterial se había disparado.

La casa —o lo que queda de ella— de este pescador está a pocos pasos del mar y se encuentra enclavada en Playa Guanímar, en la costa sur de la provincia occidental de Artemisa, cerca de donde Rafael, con categoría 3 (de 5) en la escala Saffir-Simpson tocó tierra cubana el pasado 6 de noviembre.

Solo queda en pie un cuartito, en el que Moreno improvisó una cama con maderas y un cartón. Dos vecinos, ambos septuagenarios como él, lo ayudan a buscar cosas de valor entre los pedazos de madera en el suelo: un aceite y una botella de ron, que uno de ellos apura a beber para pasar el mal trago.

Orlando Moreno seca sus lágrimas entre los escombros de su casa destruida por el paso del huracán Rafael en playa Guanimar. EFE/Yander Zamora

Moreno llora desconsolado, no solamente por lo que perdió, sino porque, dos semanas después del ciclón, cuando habló con EFE, se sentía desatendido y desamparado. Ningún funcionario o autoridad se ha llegado hasta lo que fue su vivienda, aseguró.

No es el único que se siente así. EFE visitó distintos puntos del camino de devastación que dejó Rafael al cruzar el occidente de la isla y la queja se repetía entre los pobladores.

Más de dos semanas luego del ciclón, varios centímetros de fango cubren las calles y es difícil encontrar una casa sin daños. No hay ruido, apenas el de las escobas y el grito de una vecina a todo pulmón: “¡Estoy harta!”.

Unas cuadras más abajo de donde Moreno se encuentra, Marisol Valle, de 62 años, se reúne con algunos amigos en el portón de su casa de verano. Ella tuvo suerte, pero no es ajena al coraje de los pobladores.

Marisol habla con EFE afuera de su casa afectada por el paso del huracán Rafael en playa Guanimar. EFE/Yander Zamora
Marisol habla con EFE afuera de su casa afectada por el paso del huracán Rafael en playa Guanimar. EFE/Yander Zamora

“(No hay) atención del Gobierno, ninguna. Ellos (una comitiva) vinieron ayer. Pero no entrevistaron a nadie ni le preguntaron nada a nadie. Ellos vinieron, tiraron fotos y de ahí se fueron (…) Así nos sentimos todos: olvidados”, se queja con EFE.

Su mensaje difiere del oficial, que asegura que el Gobierno está volcado en la reconstrucción. En redes y medios estatales y oficialistas se ve en repetidas ocasiones a distintos miembros del Gobierno cubano, incluido el presidente, Miguel Díaz-Canel, visitando localidades afectadas por Rafael y hablado con grupos de damnificados.

Cuba se encontraba ya en una severa crisis económica antes de este ciclón. La escasa capacidad de respuesta estatal evidencia la creciente precariedad en que se ha sumido la isla en múltiples ámbitos.

Sin luz tras el huracán Rafael

Todos los pobladores de Playa Guanímar fueron evacuados y reubicados en un albergue en Alquízar (a una media hora en coche). La mayoría no regresó hasta casi dos semanas después. La electricidad no había vuelto para entonces y solo había agua a través de camiones cisterna.

A día de hoy en torno al 15 % de la provincia de Artemisa, la más afectada por el ciclón, aún carece de electricidad, según la estatal Unión Eléctrica (UNE). Las zonas más problemáticas son las rurales.

El Sistema Eléctrico Nacional (SEN), de por sí en una precaria situación, se ha resentido especialmente con el ciclón. Rafael tumbó postes y torres de alta tensión, rompió cables y transformadores, pero también provocó un nuevo apagón nacional, el segundo en un mes, que costó días levantar.

Orlando Moreno (i) y Camilo (d), intentan recoger escombros de su casa destruida por el paso del huracán Rafael en playa Guanimar. EFE/Yander Zamora
Orlando Moreno (i) y Camilo (d), intentan recoger escombros de su casa destruida por el paso del huracán Rafael en playa Guanimar. EFE/Yander Zamora

Sin normalidad

Antonio González, de 57 años, es comprensivo y no se queja por la falta de servicios. Asegura que es algo habitual, aun sin huracán. Pero lo que realmente le molesta es la falta de comida, incluso en la bodega (tienda estatal con productos subvencionados).

“Aquí, nosotros, por lo menos la leche de los muchachos no la han traído. Ni pan… aquí nos trajeron agua, y malamente (…) Esto está terrible”, cuenta a EFE con enfado. “Aquí no ha venido nadie. Si han venido, no los he visto”, apostilla.

De camino a Alquízar a visitar a sus dos hijos pequeños, quienes se quedaron en casa de su madre, la mujer que gritó que estaba “harta”, y quien prefiere no dar su nombre, cuenta que también hay molestia con las formas.

“Nos evacuaron a tiempo: bien, muy bien. Pero después nos tiraron a todos acá y hagan como puedan. Pero, ¿eso qué es? Yo a los niños míos no los llevo a la escuela. Miren el camino, está lleno de agua aún, no lo puedes pasar a pie. Y así quieren que la gente siga con su vida normal. Esto no tiene nada de normal”, afirma.