En 1925, París era la capital cultural del mundo. Artistas, escritores y músicos de todo el planeta llegaban a Francia para ser parte del epicentro de la modernidad.
Mientras los famosos años locos se encontraban en su apogeo, una puerta se abría discretamente en la Rue du Faubourg Saint-Honoré: nacía Le Bristol Paris. Fundado por la familia Jammet, Le Bristol se creó con una ambición: convertirse en el sinónimo de la elegancia parisina. Con el tiempo, el relevo pasó a manos de la familia Oetker, quienes entendieron el legado y es así cómo sigue intacto su encanto atemporal.